LECCIÒN No.4
LA FE: EL PRIMER PASO EN EL CAMINO.
Introducción.
En lección anterior vimos que Jesucristo es el único camino posible para llegar al Padre y alcanzar la salvación (Hechos 4:12). En esta lección veremos que la fe constituye el primer paso que debe dar el pecador para llegar a Cristo y vivir con él, porque “El justo por la ve vivirá” (Habacuc 2:4).
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LA IMPORTACIA DE LA FE.
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La Biblia define la fe como: “…La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). La palabra “certeza” significa seguridad, firmeza. Por su parte, la palabra “Convicción” significa convencimiento o creencia firme. De manera que la fe es estar seguro de lo que esperamos, es decir, certeza de las promesas de Dios. También la fe es la creencia firme en las cosas que no se ven, como es Dios mismo que es un Dios invisible, y la santa ciudad donde iremos a morar, que no la vemos, pero creemos firmemente que existe (Juan 14:1-3).
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La fe es importante en todo sistema humano. Por ejemplo, sentarse en una silla requiere fe de parte nuestra en el fabricante y en los materiales como suficientes para sostenernos. Así mismo subirnos a un vehículo, ingerir una comida, ir al médico, llevar un tratamiento, etc. De igual manera para acercarnos a Dios debemos tener fe, porque sin ella es imposible agradar a Dios. Se necesita creer que Él existe y que premia a los que le buscan.
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El evangelio es el poder de Dios para salvar al hombre, pero ese poder solo beneficia a los que creen (Romanos 1:16), el que no creyere será condenado (Marcos 16:16; Juan 3:18,19).
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La fe en Jesús nos convierte en hijos de Dios (Juan 1:12; Gálatas 3:26,27), y como hijos, herederos de todas las cosas (Apocalipsis 21:7). Sin ella seríamos unas simples criaturas de Dios, pero gracias a ella y a nuestro Señor Jesucristo, hoy podemos llamarnos hijos de Dios.
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En resumen, la fe es tan importante que por ella llegamos a ser salvos (Efesios 2:8,9), donde el hombre incrédulo perece, el hombre de fe sigue hacia delante (Hebreos 11:29).
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LA FE VERDADERA NOS MUEVE A OBEDECER.
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En las Escrituras, la palabra incredulidad (Falta de fe) es sinónimo de desobediencia (Hebreos 3:18,19), porque la incredulidad conduce a la rebeldía. La fe que salva siempre nos mueve a la obediencia (Santiago 2:17-24). La obediencia es el camino para perfeccionar la fe.
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Una persona que dice creer, pero a la vez rehúsa obedecer tiene una fe que no alcanza las bendiciones de Dios. Una fe sin obras es muerta en si misma (Santiago 2:17-26), y una fe muerta no conduce a la salvación. Importante es aclarar que cuando Santiago habla de obras, no se refiere a obras de mérito para ganar la salvación, porque por ellas nadie se salva (Romanos 4:20,28), ante bien él se refiere a obras de fe que uno hace no para ser salvo, sino como consecuencia de haber recibido la salvación (Efesios 2:8-10).
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La fe que salva es más que una simple creencia intelectual en la existencia de Dios y de su hijo Jesucristo. Los demonios también lo creen, pero no serán salvos y por eso tiemblan (Santiago 2:17). La clase de fe que es necesaria para salvarnos es presentada por Pablo como “La fe que obra por amor” (Gálatas 5:6). Se requiere, pues, tener amor por Dios y el Prójimo (Mateo 22:37,38), y amor por la verdad (2Tesalonisenses 2:10). Ese amor debe ser el motor de nuestra fe para hacer la voluntad de Dios.
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El hombre llega a ser salvo por la fe en Jesús (Hechos 16:30-32), Pero Jesús solo salva a los que le obedecen (Hebreos 5:9). De manera que la clase de fe que nos conduce hacia la salvación es una fe obediente. Es por eso que el maestro dijo que: “No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
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Por favor, lea el capítulo 11 del libro a los Hebreos, donde encontrará los héroes de la fe, y notará que todos hicieron algo para demostrar o perfeccionar su fe (Santiago 2:18). Abel ofreció un sacrificio excelente; Enoc agradó a Dios andando con Él (Génesis 5:24); Noé construyó un arca; Abraham abandonó su tierra y su parentela para seguir un llamado de Dios, etc., etc.
III- LA FE QUE SALVA ESTÀ BASADA EN LA PALABRA DE DIOS (ROMANOS 10:17).
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Hay personas que tienen mucha fe, pero esa fe no está basada en la fuente correcta donde debe estar. Por ejemplo, hay quienes tienen su fe puesta en una imagen, y a ella le piden y en ella esperan, a pesar de que la Biblia lo condena (Salmos 115; 1Juan 5:21). Esta fe basada en opiniones sugestivas no es el tipo de fe que nos conduce por el camino hacia la salvación, antes bien nos desvían. La fe que ayuda se basa en lo que dice la palabra de Dios y no es opiniones ni sugestiones humanas.
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En los casos de conversión registrado en el libro de los hechos de los apóstoles, vemos que las personas primero OYERON el mensaje, luego TUVIERON fe y luego OBEDECIERON. Léase los casos de los 3 mil del día de Pentecostés (Hechos 2:37-47); Los samaritanos (Hechos 8:12); El carcelero de Filipos (Hechos 16:31-34); Los corintios (Hechos 18:8); Los Efesios (Hechos 19:1-7), etc., etc.
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El hombre prudente es aquel que primero oye las palabras de Cristo y después práctica lo aprendido. Él no construye sobre el terreno arenoso de las opiniones y especulaciones personales, porque sabe que hay que caminos que al hombre le parecen derecho, pero al final resulta en camino de muerte (Proverbios 14:12). El hombre prudente construye sobre la roca firme de la fe que se apoya en lo que establece Dios en su palabra (Mateo 7:24-27).
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“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?...Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.” (Romanos 10:14,17…Versión Biblia de las América).
IV- ¿COMO AUMENTAR NUESTRA FE?
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Lo primero es pedirle a Dios que nos aumente la fe (Lucas 17:5), porque Él es una fuente infinita. Cierto es que Dios no oye al pecador (Juan 9:31; Proverbios 28:9; Salmos 66:18), pero si el pecador quiere fe para invocar el nombre del Señor, Dios se la da (Romanos 10:13).
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Lo segundo en estudiar u oír la palabra de Dios con una actitud mental y espiritual adecuada (Gálatas 3:2,5). Cuando no ponemos resistencia al mensaje de Dios, Él puede trabajar en nuestros corazones con su palabra (Léase como ejemplo Hechos 16:13-16). Mientras más leamos y meditemos en la palabra de Dios poniendo el corazón en lo que hacemos, mayor será nuestra fe.
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Lo tercero es poner en práctica lo que nos enseña la palabra, porque en la obediencia está la perfección de la fe (Santiago 2:20-22). Es a través de la práctica de lo aprendido que comprobamos la veracidad de las promesas de Dios y de todo lo que está en las escrituras.
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Finalmente deseamos recomendar que para que nuestra fe no desfallezca se requiere mantener nuestra mirada puesta siempre en Jesucristo (Mateo 14:28-31). Él es el autor y consumador de la fe (Hebreos 12:1,2). Si le seguimos imitando siempre su ejemplo nunca vamos a desviarnos ni a caer.
CONCLUSIONES.
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La fe es la certeza o seguridad de lo que se espera y la convicción o firmeza de las cosas que no se ven. Sin ella es imposible agradar a Dios, pues nadie se va a acercar a un Dios que crea que no existe o que no sea suficientemente bueno como para premiar a los que le buscan.
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La fe para que nos ayude en verdad tiene que pasar del dicho al hecho. No podemos conformarnos con decir que tenemos mucha fe, si no nos mueve a obrar en consecuencia con nuestras creencias. Este tipo de fe es muerta, y la fe muerta no salva.
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La fe verdadera no tiene su origen en un sueño, una experiencia sugestiva o una opinión suya o de otro, sino en el mensaje puro de la palabra de Dios.
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Las formas de aumentar nuestra fe es a través de la oración, del estudio y la meditación de las Escrituras, la práctica de lo aprendido y mantener la vista siempre en Cristo.
Texto para memorizar
Mas el Justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de LOS QUE TIENE FE PARA PRESERVACIÓN DEL ALMA (Hebreos 10:38,39).