LECCIÓN No.2
EL PECADO: EL OBSTÁCULO EN EL CAMINO
Introducción.
En nuestro camino hacia la salvación hemos tomado en las manos el mapa que nos indica por dónde ir. Sin embargo, al emprender nuestro viaje nos hemos encontrado con un obstáculo en el camino. Ese obstáculo es EL PECADO.
Cuando Dios hizo al hombre su idea era que fuera feliz y que viviera para siempre, por eso le creo un mundo donde todo era bueno (Génesis 1:31). El hombre disfrutaba de una perfecta comunión con Dios y sus criaturas, pero el hombre pecó y con el pecado se introdujo la maldición al mundo y aquel paraíso perfecto que Dios había hecho el hombre lo echó a perder.
El pecado cortó la armonía y trajo un historial de luto para la raza humana. Siendo así debemos conocer todo lo posible sobre él, para poder evitarlo y vencerlo.
I- ¿Qué es el Pecado?
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Pecado es infracción de la ley de Dios (1Juan 3:4). Al hacer lo que está prohibido en la palabra de Dios pecamos. Para la mayoría de las sociedades llamadas modernas, el pecado es algo habitual y de lo cual, a veces, hasta hacen alarde. Hoy cualquiera se gloría de haberse emborrachado, de haber tenido aventuras amorosas, de haber mentido sin ser descubierto o de simplemente haber causado provocado la mirada envidiosa de los demás con su ropa indiscreta. Igualmente hay quienes hablan con orgullo del odio que sienten por otros que no les permite ni siquiera verlos sin enojarse. Algunos otros se jactan del mal genio que tiene y de lo fácil que se molesta y ponen violentos. Hay incluso quienes fanfarronean de cosas como haber matado a otro, de haber participado en una marcha de homosexuales y lesbianas y hasta de haberse practicado abortos. La Biblia dice: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entrego a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicacion, perversidad, avaricia, maldad, llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican”. (Romanos 1:28-32). El apóstol Pedro calificó su generación como “Perversa” (Hechos 2:40). Si estuviera hoy vivo, ¿Cómo describiría la nuestra?
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La Biblia también define el pecado de la siguiente manera: “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, LE ES PECADO”. (Santiago 4:17). Es por el desconocimiento de esta definición Bíblica de pecado que muchos alegan que no son pecadores. Ellos dicen que no han matado, robado, adulterado o hecho mal a nadie, pero pecar no es solo infringir la ley de Dios, sino también dejar de cumplir con los mandatos del Señor. Es decir, que no amar a prójimo, no alabar a Dios o no congregarse (Por ejemplo) son pecados igualmente malos para Dios como matar o robar. Para Dios no hay pecados grandes o pequeños, sino simplemente pecados (Ver Mateo 5:19,20). La Biblia enseña claramente que al dejar de hacer aquellas cosas buenas que Dios nos manda hacer, cometemos pecado. El profeta Isaías exhortaba al pueblo de Israel a DEJA DE HACER LO MALO Y APRENDER A HACER EL BIEN (Ver Isaías 1:16-18).
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Pecamos cuando tenemos malas actitudes o intenciones. La Biblia dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y DISCIERNE LOS PENSAMIENTOS Y LAS INTENCIONES DEL CORAZON. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien TODAS LAS COSAS ESTAN DESNUDAS Y ABIERTAS A LOS OJOS DE AQUEL A QUIEN TEMEMOS QUE DAR CUENTA.” (Hebreos 4:12,13). El Señor nos pedirá cuentas por los pensamientos y las intenciones de nuestro corazón. No es suficiente con decir: “YO no he matado”, sino que también es necesario erradicar del corazón el sentimiento de odio que nos podría llevar a matar (Véase 1Juan 3:15). Tampoco es suficiente con decir que no hemos adulterado si en nuestro corazón hay codicia (Mateo 5:28).
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Si analizamos las definiciones que la Biblia nos da sobre pecado, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que NADIE NACE SIENDO PECADOR. El pecado no es algo que se hereda, sino UNA OPCION que libremente el hombre elige. No existe ninguna ley que se viole al nacer. Nadie pide que lo traigan a este mundo. Sería injusto imputarle pecado a una criatura que desconoce totalmente lo que pasa a su alrededor. La Biblia enseña claramente la inocencia de los niños (Mateo 18:1-5; 19:13-15). Dios crea al hombre recto, y éste desde su juventud despierta al conocimiento del bien y del mal y comienza a pecar (Eclesiastés 7:29; Génesis 8:21).
II- ¿DONDE TIENE ORIGEN EL PECADO?
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En el ser humano el pecado tiene su origen en el corazón (Mateo 15:19). Allí residen todas las maldades esperando su oportunidad para salir.
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Un corazón sucio es aprovechado por Satanás, el enemigo de nuestras almas, para tentarnos y hacer salir de nosotros lo peor (Santiago 1:14,15). Satanás no tiene poder para obligarnos a pecar, pero nos atrae y motiva para hacerlo. Él hace esta labor desde el principio del mundo (1Juan 3:8). Los que siguen sus consejos son considerados como hijos (Imitadores) suyos (Véase Juan 8:44; 1Juan 3:10). Satanás está condenado y quiere que todos suframos la misma suerte que él (1Pedro 5:8; Mateo 25:41).
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Por último el origen del pecado reside en la falta de amor del hombre hacia su creador y hacia su prójimo. Jesús enseña que si amaramos a Dios guardaríamos sus mandamientos (Juan 14:14,21,23). Pablo por su parte dice que si amamos al prójimo cumpliríamos con la ley (Romanos 13:8-10). De manera que cada vez que pecamos ofendemos a Dios o dañamos a nuestros semejantes (Mateo 22:37-40).
III- EL PECADO ES UN PROBLEMA UNIVERSAL.
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Aunque a muchos les cueste admitirlo, TODOS HEMOS PECADO y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). La sentencia de la Biblia es: “No hay justo, ni aun UNO” (Romanos 3:10).
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Toda persona consciente de sus actos y capaz de discernir entre el bien y el mal, a cometido pecado. Tal vez pueda decir que no matado o adulterado, pero ¿acaso puede decir que nunca ha tenido un mal pensamiento, o a dicho algo ofensivo o corrompido?
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El pecado es una epidemia universal, por eso tratar de justificarnos diciendo que estamos libres de ella sólo dificulta la solución de un problema grave que no podemos ignorar. La Biblia dice: “Si decimos que no tenemos pecado, NOS ENGAÑAMOS A NOSOTROS MISMOS, y la verdad no está en nosotros” (1Juan 1:8). Es mejor ser humildes y admitir nuestras culpas, que es el primer paso hacia la solución del problema.
IV- EL PECADO TRAE CONSECUENCIAS (NUMEROS 32:33)
Cuando el hombre pecó por primera vez, Dios le dijo que la tierra sería maldita por su causa (Génesis 3:17-19). Así que cada vez que pecamos ese cuadro de maldición se agrava. ¿Quién puede escapar de la triste realidad que esto encierra? ¿Quién no ha sufrido por un hogar dividido o destrozado, por niños abortados o abandonados, por pandillerismo, por delincuencia en genera? ¿Quién no ha sufrido alguna vez los estragos de las desigualdades sociales o los prejuicios raciales? ¿Acaso no vemos en los ancianos desprotegidos, en las cárceles y los hospitales llenos y en los niños de la calle, las consecuencias amargas del pecado? ¿Quién puede escapar de sistemas judiciales injustos, de gobiernos corruptos, de competencias desleales, de personas viciadas por las drogas, el alcohol, el juego, el cigarro, etc.? ¿Y que decir de religiones creadas para hacer comercio y de las guerras que destruyen vidas inocentes? Si seguimos el cuadro se multiplica porque las consecuencias físicas del pecado son muchas.
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La consecuencia que a nuestro espíritu trae el pecado es la separación de Dios y de sus bendiciones (Isaías 59:1,2). Cuando estamos separados de Dios estamos muertos espiritualmente (Ezequiel 18:20; Efesios 2:1,5). La persona sigue viva físicamente, pero espiritualmente está muerta, porque esta: “...Sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Efesios 2:12). Estando en esta condición de muerte espiritual el pecador es presa fácil del pecado (Romanos 6:16). El pecado lo engaña (Romanos 7:11), le oscurece el entendimiento y le endurece el corazón (Efesios 4:17,18), lo insensibiliza al punto que no siente vergüenza por lo que hace (Efesios 4:19). De manera que el pecador queda esclavizado (Juan 8:34) de tal forma que aunque desee abandonar el mal, su voluntad no es suficientemente fuerte (Romanos 7:15-20; 2 Timoteo 2:26).
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El pecado no se limita a causarnos una vida miserable en la tierra, sino que completa su ciclo funesto provocando nuestra condenación al infierno (1Corintios 6:9,10). Esta condición de ser separado para siempre de la presencia de Dios se le llama MUERTE ETERNA (2Tesalonisenses 1:6-9; Romanos 6:23), o MUERTE SEGUNDA (Apocalipsis 20:13-15, 21:8).
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El infierno no es un invento humano, sino una terrible realidad que muchos admitirán cuando sea demasiado tarde. La Biblia lo describe como un lugar preparado para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41), atestado de todos los pecadores (Apocalipsis 21:8), caracterizado por el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:42), por la tribulación y la angustia (Romanos 2:6-9) y esto de día y de noche (Apocalipsis 20:10). Hay que dejar claro que la voluntad de Dios no es condenar a nadie sino que todos se salven (Juan 3:17; 1Timoteo 2:3,4). Pero si el hombre insiste en seguir la voluntad de Satanás, terminará sufriendo la misma condenación del diablo (Mateo 25:41; Apocalipsis 19:20).
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¿CUÁL DEBE SER NUESTRA ACTITUD ANTE EL PECADO?
Estando ya conscientes de lo dañino que resulta el pecado, no deberíamos andar con paños tibios con él, sino que nuestra actitud debe cambiar. Las escrituras nos recomiendan lo siguiente:
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Reconocernos pecadores (Vea por ejemplo Salmos 51:1-4)
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Hacer conciencia de que el pecado tarde o temprano trae consecuencias (Números 32:33).
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No ocultarlo, sino confesarlo delante de Dios (Salmos 32:1-7).
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Volvernos (arrepentirnos) de nuestros malos caminos (Ezequiel 33:11).
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Meditar que nuestra vida es muy valiosa para dedicarla a cosas viles (Hebreos 12:14-17).
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No coquetear ni jugar con él (Jueces 16:4-22).
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Aborrecerlo (Romanos 12:13).
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No participar de él, sino denunciarlo y reprenderlo (Efesios 5:8-12).
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Desechar los deseos carnales (1Pedro 2:1), no proveer para ellos (Romanos 13:12-14).
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Crucificar las pasiones carnales (Gàlatas 5:24). Hacerlas morir (Colosenses 3:5).
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Llenar el espacio que deja el pecado con obras de justicia (Isaías 1:16-18; Romanos 6:16-22).
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Ayudar a otros que han caído a salir de él (Salmos 51:10-13).
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¿HAY REMEDIO PARA EL PECADOR?
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Aunque meceremos morir por nuestros hechos, gracias a la infinita misericordia de Dios nos brinda una oportunidad para escapar del pecado. El medio provisto por el Padre para librar al hombre del pecado se llama JESUCRISTO. La Biblia dice acerca de él: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2Corintios 5:21). Jesús vivió una vida santa, aunque fue tentando en todo según nuestra semejanza, pero nunca cometió pecado (Hebreos 4:15). Su sangre limpia tiene el poder para limpiarnos nuestros pecados y librarnos de TODA maldad (1Juan 1:7-9).
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La Biblia dice así: “De cierto de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, ESCLAVO ES DEL PECADO. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, SI EL HIJO OS LIBERTARE, seréis VERDADERAMENTE LIBRES” (Juan 8:34-36). Cuando la serpiente venenosa del pecado nos muerde, el pecador debe mirar a Cristo y hallará en él su única esperanza (Juan 3:14,15). El pecador no tiene otra salida que buscar de Cristo...: “Porque si no creéis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24).
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Recuerda siempre estas palabras del Apóstol Pedro: “Y en ningún otro hay salvación; porque NO HAY OTRO NOMBRE BAJO EL CIELO, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12).
CONCLUSIONES.
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Cuando traspasamos la ley de Dios pecamos activamente. Cuando dejamos de hacer lo bueno que Dios nos manda, pecamos pasivamente. Igualmente cuando tenemos una actitud errada, cometemos pecado.
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El pecado comienza en el corazón del hombre. Satanás aprovecha estos deseos para atraernos y seducirnos a través de las tentaciones. Esta situación tiene como motivador la falta de amor a Dios y al prójimo.
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El pecado extiende sus tentáculos hacia todo hombre, pero no desde su nacimiento, sino desde su juventud (Génesis 8:21). Nadie puede decir que nunca ha pecado.
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El pecado trae siempre consigo consecuencias negativas. Físicamente es el culpable de todos los males de esta tierra. Espiritualmente nos separa de Dios y de sus bendiciones. Finalmente mata nuestra alma llevándonos al infierno (Mateo 10:28).
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Nuestra actitud hacia el pecado debe ser de admitirlo, arrepentirnos y abandonarlo, huir de él, denunciándolo y ayudando a otros que estén en esclavitud.
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El único antídoto para el veneno del pecado es la sangre de Cristo (Romanos 3:24,25). Fuera de él no tenemos esperanza de ser libertados (Juan 8:24).
Texto para memorizar
...He aquí, no se ha acortado la mano del Señor para salvar; ni se ha endurecido su oído para oír. Pero vuestras iniquidades HAN HECHO SEPARACIÓN ENTRE VOSOTROS Y VUESTRO DIOS, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escucharles (Isaías 59:1,2).